El Día Internacional de los Defensores y las Defensoras de los Derechos Humanos (9 de diciembre) es un día para reconocer y celebrar la labor de tantas personas valerosas que plantan cara a la injusticia. Este año rendimos homenaje a los miles de vidas que han sido arrebatadas en la lucha por lograr un mundo mejor.
Ha habido defensores y defensoras de los derechos humanos, de todos los sectores sociales, que han sido víctimas de homicidio o de desaparición forzada por lo que son o por lo que hacen. Docentes, estudiantes, activistas políticos, trabajadores y trabajadoras de fábricas, periodistas, profesionales de la abogacía, ecologistas, etc. Personas de comunidades marginadas, activistas LGBTI, líderes indígenas, agricultores que reclamaban sus derechos. Lo que todas estas personas tienen en común es que se han tomado la injusticia como algo personal y han alzado su voz en defensa de los derechos humanos.
Hace casi 20 años, la ONU adoptó por consenso la Declaración sobre los Defensores y Defensoras de los Derechos Humanos, en la que se comprometía a reconocer y proteger el derecho de todas las personas a defender y promover los derechos humanos. Aquella fue una resolución pionera que arrojó una luz cuando estábamos a punto de entrar en el siglo XXI. Fue un brillo de esperanza para tantos defensores y defensoras de los derechos humanos que, en todo el mundo, afrontaban peligros terribles por ponerse en el camino de intereses poderosos. Parecía que, por fin, en los pasillos del poder, los derechos humanos se estaban tomando en serio. Pero algo salió mal. Veinte años después, hemos contado al menos 3.500 mujeres, hombres, niñas y niños que han sido víctimas de homicidio o de desaparición forzada simplemente por defender los derechos humanos. Eso significa aproximadamente uno al día.
Esta semana hemos publicado un informe en el que se destaca esta alarmante situación, una preocupación que ha ido en aumento a medida que pasan los años.
Simplemente con que los Estados se hubieran tomado en serio sus obligaciones internacionales y hubieran actuado con diligencia al denunciarse estas amenazas, simplemente con que hubieran reconocido públicamente la labor de estas personas y hubieran investigado a los responsables de los ataques, la mayoría de las muertes podrían haberse evitado.
Sin embargo, en lugar de eso, los Estados dejaron a estas personas desprotegidas y permitieron que los responsables quedaran libres y siguieran atacando.
Hoy, Día Internacional de los Defensores y las Defensoras de los Derechos Humanos, nos alzamos junto con las amistades y las familias que han sufrido el asesinato o la desaparición forzada de un defensor o una defensora de los derechos humanos. Nos unimos a esas comunidades que han perdido una voz intrépida pero se niegan a quedarse mudas. Defendemos a todas las personas que siguen siendo intimidadas y disuadidas de luchar por los derechos humanos.
Debemos seguir alzando nuestra voz y exigiendo a nuestros gobiernos que investiguen a fondo todos estos ataques y que protejan de manera efectiva a los defensores y defensoras de los derechos humanos que siguen en peligro.
Se lo debemos a todas las valerosas personas que han perdido la vida por defender nuestros derechos humanos, y a todos los valientes defensores y defensoras que siguen alzando su voz a pesar de los peligros a los que se enfrentan.
Conmemoremos este Día Internacional de los Defensores y las Defensoras de los Derechos rindiendo homenaje a sus vidas y unámonos para trabajar con el fin de garantizar que quienes defienden los derechos humanos en todo el mundo gozan de reconocimiento, protección y libertad para realizar su crucial labor: eso nos beneficiará a todos.