Por un activista de Amnistía Internacional para Israel/TPO/APHa pasado un año desde que el ejército israelí arrestara a Bassem Tamimi por organizar manifestaciones pacíficas contra la expansión de asentamientos israelíes ilegales en el terreno perteneciente a su aldea.Padre de tres hijos, Bassem Tamimi tiene 44 años y vive en Al Nabi Saleh, en la Cisjordania ocupada. Antes de su detención, el 24 de marzo de 2011, trabajaba como funcionario y estaba estudiando un máster. Todavía continúa su juicio militar. Mientras, Bassem, preso de conciencia, permanece recluido bajo custodia a la espera de una sentencia, y su familia, en Al Nabi Saleh, sigue sufriendo acosos por parte de las fuerzas militares israelíes.Hace poco, el 21 de marzo, las fuerzas israelíes asaltaron su casa sobre las dos de la madrugada, mientras su esposa, su madre y sus tres hijos dormían. Alrededor de una decena de agentes fuertemente armados irrumpieron en la vivienda y la registraron, sin presentar ninguna orden judicial. Se fueron al cabo de una hora y se llevaron confiscados dos ordenadores, una cámara y algunos CD y papeles.Una grabación del asalto muestra a Nariman, esposa de Bassem, pidiendo explicaciones a los agentes, pero los hombres se niegan a responder. En el vídeo también aparecen cinco agentes armados, algunos de ellos con el rostro cubierto, registrando una habitación en la que se encontraban los aterrorizados niños en la cama.Cuando hablé con Nariman al día siguiente del asalto, parecía estar muy animada, como de costumbre. Me dijo riendo: "Se podía esperar una cosa así del ejército israelí. Es su manera de conmemorar el primer aniversario desde la detención de Bassem"."Por desgracia, ya estamos muy acostumbrados a que dirijan sus ataques contra la aldea y las familias que vivimos aquí. Utilizan balas y gases lacrimógenos, realizan detenciones y juicios injustos, y asaltan las casas en mitad de la noche, cuando los niños duermen.""Pero, ¿qué es un registro comparado con un asesinato?", me dice, refiriéndose a la muerte de Mustafa Tamimi, asesinado por las fuerzas israelíes el pasado diciembre. Le lanzaron desde muy corta distancia un bote de gas lacrimógeno a la cara.La primera vez que conocí a Bassem fue cuando fui a entrevistar a Nariman y a dos de sus hermanas, que habían sido detenidas el mismo día en 2010.Estábamos sentados en la vivienda familiar, entre ventanas hechas añicos y cortinas quemadas por los botes de gas lacrimógeno lanzados por el ejército israelí contra la casa. Ya había terminado la entrevista cuando llegó Bassem.Sus palabras demostraban solidaridad hacia su esposa. Me contó, orgulloso del importante papel que ella desempeñaba en la aldea, que su esposa llevaba una cámara para documentar las protestas.Me dijo que el ejército israelí la iba a llevar a juicio presentando cargos falsos contra ella, en un intento por silenciar su voz.Nariman se enfrentaba a una posible pena de cárcel, pero para una mujer trabajadora y madre de tres hijos, el precio de enfrentarse a tales cargos resultaba prohibitivo.Le ofrecieron un "trato": ella se declaraba culpable por un delito que no había cometido, y a cambio se le impondría una sanción económica y le concederían la libertad condicional. Recuerdo que Bassem me dijo que esto no se debería permitir, pero estaba claro que la familia no tenía muchas más opciones que aceptar el acuerdo.Más tarde le llegó el turno a Bassem de enfrentarse a una injusticia similar, pues se vio envuelto en problemas como consecuencia de lo que él considera una lucha continua por silenciar su voz y la de sus vecinos en la aldea.La última vez que lo vi fue en el tribunal militar, en noviembre de 2011, cuando asistí como observador dentro de una misión de Amnistía Internacional.El Comité de Coordinación de la Lucha Popular me ayudó a obtener la acreditación para entrar en la base militar de Ofer, en la Cisjordania ocupada, para que pudiera observar el proceso judicial.Cuando llegué, el juicio ya había empezado.Me senté en la zona de los observadores, junto a los diplomáticos y supervisores de derechos humanos. El proceso judicial se celebró en hebreo, y un militar lo traducía breve y precariamente al árabe.La juez militar, una mujer de alto rango, debía escuchar el testimonio de Islam Dar Ayoub, un niño de 14 años de la aldea de Bassem.El testimonio de Islam, tomado por interrogadores israelíes bajo coacción, era la prueba principal en el proceso militar contra Bassem por incitar a la violencia.No obstante, se aplazó esta parte del juicio porque, según parece, el tribunal militar no había informado al padre del niño de la fecha en la que debía comparecer. Islam estaba en el colegio.Después escuchamos el testimonio de un militar, que afirmó haber visto a Bassem dando órdenes a los manifestantes para que lanzasen piedras contra el ejército. La defensa presentó pruebas que demostraban que Bassem no había estado en la aldea aquel día.Durante todo este tiempo, Bassem no pareció estar preocupado por el proceso judicial. Saludó a todos y yo mantuve una breve conversación con él. La mayoría del tiempo, Bassem estuvo hablando con su esposa, que se encontraba sentada en otra parte del tribunal.Tras hablar sobre asuntos administrativos y fijar una fecha para la siguiente vista, el tribunal levantó la sesión y Bassem regresó a su celda.Ese mismo día volví a Ramala con Nariman y otro joven de Al Nabi Saleh, que había venido para apoyar a Bassem.Cuando me despedí de ellos aquel día, sentí que siempre que los viera, no importa cuándo ni a qué otras nuevas injusticias tuvieran que enfrentarse, estarían defendiendo sus derechos humanos.No debemos permitir que continúen estas injusticias.Bassem Tamimi debe ser puesto en libertad de forma inmediata e incondicional, y las autoridades de Israel deben acabar de inmediato con el levantamiento y la expansión de asentamientos israelíes -pues supone una violación del derecho internacional-, como un primer paso hacia el posterior traslado de los civiles israelíes que viven en ellos.Como mínimo, se debe permitir que los habitantes de Al Nabi Saleh se manifiesten pacíficamente contra los asentamientos israelíes ilegales, sin miedo a sufrir la violencia del ejército de Israel.