Haití lleva décadas inmerso en crisis políticas, económicas, humanitarias, de seguridad y de derechos humanos, que se profundizaron tras el magnicidio del presidente Jovenel Moïse en 2021 y se arraigan en los legados del colonialismo y la esclavitud en el país. La inestabilidad política ha agudizado el debilitamiento de las estructuras estatales y profundizado los déficits de servicios básicos, como el agua y el saneamiento y el acceso a alimentos y medicinas. También, durante este periodo, se han fortalecido varias bandas armadas que han llegado a controlar partes significativas del territorio e infraestructura estratégica, como puertos y aeropuertos, sumiendo en la violencia y el caos a la población.