Por Justus Nyang'aya, Director de Amnistía Internacional KenyaExactamente hace dos años, el 2 de abril de 2013, la comunidad internacional finalmente adoptó el Tratado de Comercio de Armas que regula el comercio internacional de armas y municiones, que se estima se encuentra cercano a los cien mil millones de dólares. Más de tres cuartas partes de los países del mundo se pronunciaron en la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Fue una victoria a pulso tras dos décadas de campaña intensiva por parte de Amnistía Internacional y otras organizaciones.
Fue un momento de orgullo y alegría para aquellos a quienes genuinamente nos importa la seguridad y la protección de los derechos humanos, que están severamente amenazados y violados así como olvidados debido al comercio de armas.Se estima que como medio millón de personas son asesinadas cada año por armas de fuego; en la batalla como resultado de la represión de los estados y por organizaciones criminales. Muchos otros millones mueren por la falta de acceso a los servicios de salud, agua o comida, en tanto se encuentran atrapados en medio de conflictos alimentados por el poco control del flujo de armas. En la República Democrática del Congo, por ejemplo, se estima que más de cinco millones de personas han muerto directamente debido al conflicto armado que se vive desde 1998. Y para cada persona asesinada en conflicto y violencia armada debemos considerar los muchos más que fueron heridos y torturados, abusados, forzosamente desaparecidos, secuestrados y de alguna otra forma violados sus derechos humanos mediante una pistola. El problema es masivo y en pleno desarrollo ahora mismo en Siria, Irak, Libia, y Sudán del Sur. En muchas partes del mundo, el comercio irresponsable de las armas prontamente destruirá cada área de la vida de las personas y sus comunidades.Adoptando el Tratado de Comercio de Armas, progresivamente un buen número de miembros de la ONU ha mostrado su compromiso con el fin de las transferencias irresponsables de armas. Queda probado la aceptación de la mayoría de los gobiernos actuales de que el comercio de armas y su control deben estar alineados con obligaciones internacionales en el marco de los derechos humanos.Kenia había tomado el liderazgo en asegurarse de que el comercio de armas está controlado y que las armas ilegales dejaran de caer en manos equivocadas, alimentando serios abusos a los derechos humanos. Las autoridades kenianas declararon su apoyo público al tratado y Kenia fue uno de los primeros países de la ONU que participaron en la redacción de la resolución en 2006 llamando a la creación de un tratado que regulara el comercio de armas convencionales. Estas acciones vivieron acompañadas de trabajo diplomático y el liderazgo de Kenia se puso al servicio de un tratado de comercio de armas.Sin embargo, Kenia ha olvidado sus responsabilidades. De hecho, desde que el tratado está abierto a ser firmado a partir del 3 de junio de 2013, Kenia no ha hecho nada más dentro de Naciones Unidas. Ni ha firmado o ratificado el tratado. Kenia está entre los países del sur que están plagados por altos niveles de violencia armada, represión brutal de derechos humanos y conflictos armados.El Tratado de Comercio de Armas es hoy una realidad legalmente vinculante en tanto entró en vigor en diciembre de 2014. Un total de 65 estados lo ha ratificado. Kenia, tristemente no es parte de eso.Kenia debe mantener su liderazgo en el proceso del TCA y tiene razones para ello para acabar con la historia sin fin de inseguridad que mina nuestros hogares, comunidades y áreas urbanas.La violencia armada es responsable de miles de muertes en Kenia en los años recientes. Las armas ligeras y municiones que terminan matando e hiriendo a tantos en Kenia están fabricadas en Europa, China y otras partes. Sin registro, estas armas llegan al país y son frecuentemente distribuidas entre usuarios sin autorización, incluyendo bandas criminales y grupos armados. Esto tiene que ver con controles laxos, particularmente relacionados con la posesión en manos de civiles, posesión del estado, gestión de existencia y producción.Kenia debería figurar entre los países que están a la cabeza en el TCA y su implementación. Debería servir de ejemplo para otros estados en África y en todo el mundo cuyas regiones sufren altos niveles de violencia armada, violaciones graves a los derechos humanos y crímenes de guerra llevados a cabo con armas. Obviamente que el fracaso de la comunidad internacional, incluida Kenia, en regular estrictamente el comercio internacional de armas, pone nuestras vidas y comunidades en vilo.Historias de cientos de miles de sobrevivientes de violencia armada señalan el riesgo actual y real de la proliferación internacional de armas ligeras. Mucho necesita ser hecho por las autoridades kenianas y otros países para afrontar el impacto diario de la proliferación de las armas ligeras, para reducir la criminalidad y brindar verdadera seguridad a la gente.Pero si fallamos en asegurarnos un control estricto en la transferencia de armas, millones de personas comunes y corrientes continuarán sufriendo. Es crucial que Kenia asuma sus compromisos para acabar con el flujo de armas que son usadas en perpetrar violaciones a los derechos humanos. Proteger el derecho a la vida y a la seguridad requiere del gobierno de Kenia que ratifique inmediatamente e implemente el Tratado de Comercio de Armas con éxito.