Una mujer mexicana es violada en un autobús policial, mientras los agentes lo jalean; un nigeriano sigue sufriendo jaquecas cuatro años después de que la policía le golpeara repetidamente la cabeza contra una pared de cemento; una filipina sigue reviviendo el momento en el que un soldado le echó cera caliente sobre la piel.La tortura sigue tan viva como siempre y, en los últimos cinco años, Amnistía Internacional ha documentado el uso de técnicas tales como descargas eléctricas, waterboarding (simulacro de ahogamiento) o violación en más de 141 países.Sucede en todo el mundo, en oscuras celdas de centros penitenciarios, en centros secretos de detención y a plena luz del día. La mayoría de los responsables no se enfrentan nunca a la justicia y, en el contexto de la abrumadora impunidad de que gozan los torturadores, los gobiernos transmiten la señal de que la tortura es una práctica permitida.En algunos casos, la tortura es tan brutal que sus víctimas mueren. En otros, hombres y mujeres logran sobrevivir y dedican sus vidas a poner a los responsables entre rejas y terminar con la impunidad.Stop Tortura, la nueva campaña emprendida por Amnistía Internacional, trata de arrojar luz sobre la vida de quienes sobreviven a estos actos brutales, y llevar a los responsables ante los tribunales.Italia Méndez: "En ningún momento pensó que pudiera ser torturada."Cuando Italia Méndez, activista mexicana de derechos humanos, viajó a San Salvador Atenco, en el estado de México, el 3 de mayo de 2006 para documentar los abusos de la policía contra manifestantes que participaban en una protesta, jamás pensó que ella misma sería detenida y torturada.El 4 de mayo, a las seis de la mañana, unos policías echaron brutalmente abajo la puerta de la casa en la que se encontraba, agarraron a Italia por el pelo, la empujaron contra una pared y la golpearon.Durante el violento interrogatorio al que la policía la sometió sobre sus actividades en Atenco, Italia explicó que era una activista de derechos humanos y, en respuesta, el agente al cargo dijo a los demás que ella necesitaba un trato especial.En su relato sobre lo sucedido aquel día, Italia ha descrito cómo le golpearon la cabeza con un trozo de madera, le cubrieron la cara con un suéter y la metieron en un autobús policial. En el interior del autobús olía a sangre y se oían gritos de dolor. Había personas amontonadas en el suelo, y los policías la obligaron a caminar por encima de ellas. Cuando llegó a lo que le pareció el final del autobús, la tiraron al suelo a empujones y empezaron a golpearla de nuevo; trataron de asfixiarla, y luego la violaron. Ella no podía creer lo que estaba sucediendo. Mientras abusaban de ella, la obligaron a hacer comentarios sexuales, y le dijeron que iban a matarla.Los golpes alcanzaron tal grado de brutalidad que, en un momento dado, Italia sintió una mano que se levantaba debajo de ella y oyó a alguien decir que, por favor, dejaran de golpearla.El viaje duró varias horas, hasta que finalmente llegaron a la prisión estatal.Cubierta de hematomas y golpes, Italia fue conducida al comedor de la prisión, donde otras 47 mujeres, detenidas en relación con las protestas, esperaban a conocer su destino.Italia quería a toda cosa hablar con un médico y un abogado para mostrarles sus lesiones y asegurarse de que se documentaban debidamente.Sin embargo, el funcionario de la Procuraduría General de Justicia del Estado que acudió a la prisión se negó a registrar su denuncia sobre los abusos sufridos. A Italia no se le practicó un examen médico adecuado.Según afirma, el médico que la examinó se reía durante el reconocimiento. Le suturó una herida en la cabeza sin anestesia, causándole un gran dolor.Italia fue puesta en libertad bajo fianza 10 días después, acusada de "ataques a las vías de comunicación y medios de transporte". Esos cargos ya se han retirado.Desde entonces, Italia y otras diez mujeres sobrevivientes de la represión policial de aquel 4 de mayo han denunciado ante las autoridades del más alto nivel los abusos que sufrieron. Los ocho años de lucha por la justicia han conducido a que dos agentes de policía se enfrenten a cargos por la tortura sexual, pero hay muchos otros implicados, entre ellos altos cargos, que siguen escapando de la acción de la justicia. El caso ha sido llevado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.Recientemente, Italia y las otras diez mujeres se han reunido con otras sobrevivientes de tortura sexual perpetrada por autoridades en distintos casos de todo el país para reclamar justicia y el fin de esos graves abusos en una campaña nacional: "Rompiendo el silencio".Italia afirma que el tormento que sufrió ilustra el uso generalizado de la tortura y la falta de justicia en México.Según ha denunciado, la tortura está fuera de control en México, y eso no sólo afecta a la persona que la sufre, sino a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, ella se reafirma en que nunca abandonará la lucha.Justine Ijeomah: "Un policía me estampó una y otra vez la cabeza contra una pared de cemento.""Sr. Derechos Humanos". Así es como me llaman las autoridades de mi ciudad, Port Harcourt, en Nigeria, por mi trabajo de defensa de los condenados a muerte y otros detenidos que sufren tortura a manos de las fuerzas de seguridad.El personal y los voluntarios de nuestra organización, HURSDEF (Fundación Derechos Humanos, Desarrollo Social y Medio Ambiente), visitan las comisarías de policía y los centros de detención en los que la gente corre peligro de sufrir graves violaciones de derechos humanos bajo custodia. Hemos documentado muchos casos de ejecución extrajudicial y desaparición forzada, y casos atroces de tortura.Muchas comisarías cuentan con lo que denominan la cámara de tortura y el "oficial al cargo de la tortura". Llevan a los detenidos -a menudo personas sin recursos y niños de la calle- al "Templo", otro nombre que se le da a la cámara de tortura.Cuelgan a los detenidos del techo o los esposan y los hacen doblarse, y los torturan durante horas: los golpean con el borde romo de la hoja de un machete, les arrancan las uñas con alicates o los hieren con cortaalambres, les disparan en los pies, les vendan los ojos y los someten a simulacros de ejecución, les echan gas lacrimógeno en los ojos, y los golpean con el cañón y la culata de sus armas.Recientemente, un joven se desmayó tras ser golpeado durante horas con un machete y una barra de metal. El suelo de la cámara de tortura estaba inundado de sangre. Cuando los agentes lo reanimaron a la mañana siguiente, lo obligaron a comerse su propia sangre coagulada en la arena del suelo.Muchas víctimas de tortura permanecen recluidas durante meses sin ser acusadas de ningún delito, y es habitual que la policía utilice la tortura para obtener confesiones. La gente admite lo que sea con tal de aliviar su dolor. Luego, esas confesiones obtenidas mediante tortura se utilizan para juzgar a la persona que ha sido torturada. A veces dan lugar a condenas de muerte.Y nosotros, como activistas de derechos humanos, no somos inmunes a los ataques. Recibimos amenazas de muerte, somos detenidos a menudo, y yo también he sido torturado. En mayo de 2010, estaba defendiendo a un sospechoso menor de edad cuando la policía me detuvo. Me sacaron de la celda y me sentaron detrás del mostrador, donde un policía me estampó una y otra vez la cabeza contra una pared de cemento. Estuve hospitalizado con lesiones graves en la cabeza, y todavía sufro jaquecas a consecuencia de aquello.Quiero que la tortura sea delito penal en Nigeria. Ya es inconstitucional, y debemos trabajar colectivamente para garantizar que deja de ser una parte intrínseca de la labor policial en nuestro país.Conservamos la esperanza. Las autoridades prestan atención cuando hablamos de casos individuales: he visto el impacto que se logra al nombrar y señalar a los responsables en mi programa de radio, "Conoce tus derechos". Muchas veces, obtenemos una respuesta o una actuación tan sólo unas horas después.La tortura es inhumana, ¡¡actuemos colectivamente para detenerla!!Loretta Rosales: "El cuerpo me temblaba incontrolablemente."Cuando dos agentes de seguridad filipinos vestidos de civil se acercaron a la activista de derechos humanos Loretta Rosales, le vendaron los ojos y la metieron en un automóvil, ella pensó que no viviría para contarlo. La defensa de los derechos humanos era una labor muy arriesgada durante el brutal régimen de Ferdinand Marcos en la década de 1970."Tenía mucho miedo. Sabía que me había llegado la hora. En el momento en que me metieron en el edificio, empecé a oír gritos y llantos. Sabía que estaba en una cámara de tortura. Uno de los agentes dijo: 'Nadie sabe que estás aquí, así que podemos hacer contigo lo que queramos'", dijo Loretta a Amnistía Internacional.La tortura empezó de inmediato. Primero, los hombres, a gritos, le hicieron preguntas a Loretta, luego le echaron cera caliente sobre los brazos, trataron de asfixiarla con un cinturón y la sometieron a simulacros de ahogamiento."Recuerdo que trataba de permanecer despierta, era mi manera de luchar. Y luego empezaron las descargas eléctricas; aquello fue lo más doloroso. El cuerpo me temblaba incontrolablemente. No podía controlarlo", explicó.La familia de Loretta tenía vínculos con el ejército, y ella fue liberada unos días después. Pero nunca abandonó su trabajo de derechos humanos, y ahora es directora de la Comisión de Derechos Humanos de Filipinas, la institución de derechos humanos del país.Sin embargo, casi 40 años después, y pese a que ha habido progresos legislativos en Filipinas -el país aprobó su Ley contra la Tortura en 2009- la tortura sigue siendo habitual.En enero de 2014, Loretta recibió una llamada en la que le informaban del descubrimiento de una "ruleta de la tortura" en un centro de los servicios de inteligencia de la policía en la ciudad de Biñan, al sur de Manila.Haciéndola girar, los agentes decidían qué técnicas de tortura utilizarían con los detenidos."30 segundos de postura de murciélago" significaba que el detenido era colgado cabeza abajo, como un murciélago, durante 30 segundos. "20 segundos de Manny Pacquiao" -el nombre de un famoso boxeador filipino- significaba que al detenido se le propinaban puñetazos sin parar durante 20 segundos."Era la primera vez que veía algo así. Normalmente torturan a la gente para obtener información, pero esto se hacía por diversión. Era aterrador", dijo Loretta.Ante la indignación internacional suscitada, varios de los policías han sido acusados, pero las víctimas de tortura casi nunca obtienen justicia en Filipinas. Y Loretta lo sabe muy bien. Nadie compareció ante la justicia por los abusos que sufrió cuando era una joven activista. Uno de los hombres que la torturó es ahora congresista."La falta de condenas en casos de tortura es un gran problema en Filipinas. La gente tiene miedo de denunciarlo y, cuando no hay justicia, el mensaje que se transmite es que la tortura está permitida."