Amnistía Internacional ha revelado hoy la muerte de 149 personas -entre ellas 11 niños y niñas (incluidos cuatro bebés)- que se encontraban recluidas en condiciones deplorables en el tristemente famoso centro de detención del cuartel de Giwa, sito en la nigeriana ciudad de Maiduguri.
Los datos que se desprenden de las entrevistas realizadas a ex detenidos y testigos oculares, avalados por vídeos y fotos, sugieren la muerte de numerosas personas a causa de enfermedades, hambre, deshidratación y heridas de bala. Asimismo, el documento If you see it, you will cry: Life and death in Giwa barracks contiene imágenes captadas por satélite que corroboran los testimonios de los testigos.
"El descubrimiento de la muerte de bebés y niños de corta edad recluidos en deplorables condiciones en detención militar es tan desgarrador como espeluznante. Ya hemos hecho sonar la alarma, en repetidas ocasiones, con respecto al elevado índice de mortalidad entre las personas recluidas en el cuartel de Giwa, pero este descubrimiento demuestra que se trata de un lugar letal, tanto para adultos como para menores", afirma Netsanet Belay, director de Investigación y Trabajo de Incidencia en África de Amnistía Internacional.
"No caben excusas ni dilaciones. El centro de detención del cuartel de Giwa debe cerrarse de inmediato, y todas las personas en él recluidas deben quedar en libertad o ser transferidas a las autoridades civiles. El gobierno debe implantar con carácter de urgencia sistemas que garanticen la seguridad y el bienestar de los niños y niñas liberados."
Amnistía Internacional cree que actualmente hay unas 1.200 personas recluidas en el cuartel de Giwa, hacinadas en condiciones insalubres. Muchas fueron aprehendidas arbitrariamente durante operaciones de detención masiva y, con frecuencia, no existen pruebas en su contra. Una vez en el cuartel, se las encarceló sin acceso al exterior ni juicio. De ellas, al menos 120 son menores.
Reclusión y muerte de niños y niñas
Desde febrero han muerto al menos 12 niños y niñas en el cuartel de Giwa, donde se ha recluido a menores de cinco años, incluidos bebés, en tres celdas de mujeres masificadas. A lo largo del último año, el número de personas recluidas en estas celdas ha pasado de las 25 de 2015 a las 250 de principios de 2016, es decir, la cifra se ha multiplicado por 10. Y, dadas las condiciones de insalubridad que presentan, en ellas las enfermedades proliferan. Según tiene entendido Amnistía Internacional, en cada una de estas tres celdas había unos 20 niños de menos de cinco años, incluidos bebés.
Un testigo ha asegurado ante Amnistía Internacional haber visto ocho cadáveres de niños y niñas: uno de cinco meses, dos de un año, uno de dos años, uno de tres años, otro de cuatro años y dos de cinco.
Por su parte, dos ex detenidas afirmaron que, en febrero de este año, habían muerto dos niños y una niña, de entre uno y dos años. Una de ellas, una joven de 20 años que había pasado en 2016 más de dos meses recluida en una celda de mujeres, explicó a Amnistía Internacional: "mientras estábamos allí, murieron tres. Cuando moría un niño, nuestra reacción era de tristeza extrema".
La otra, una mujer de 40 años que había permanecido recluida más de cuatro meses en el cuartel de Giwa, describió cómo los soldados hacían oídos sordos a sus peticiones de atención médica: "cuando llegó el calor, empezó a brotar el sarampión. Por la mañana, cayeron [enfermos] dos o tres; por la tarde, cinco bebés [cayeron enfermos]. Se les notaba la fiebre, sus cuerpos ardían y lloraban noche y día. Tenían los ojos rojos, y sarpullidos en la piel. Al final, vino el personal médico, y confirmó que tenían sarampión."
La mujer añadió que, tras la muerte de estos niños, las revisiones médicas empezaron a ser más frecuentes, y declaró: "cada dos días venía al patio el personal médico y nos decía 'sacad a los niños que estén enfermos'. El doctor los veía en la puerta, y les daba las medicinas a través de ella".
Sin embargo, pese a estas medidas, parece que siguieron muriendo niños y niñas. Entre el 22 y el 25 de abril, murieron un niño de un año, otro de cinco, y una niña, también de cinco años.
Los niños varones de más de cinco años, ya hubieran sido detenidos solos o con sus progenitores, eran recluidos en una única celda. Al igual que ocurría con todas las demás personas recluidas en el cuartel, tampoco a ellos se les permitía acceder a sus familias, y se les aplicaba también el régimen de incomunicación.
Dos niños que habían sido recluidos en esta celda explicaron a Amnistía Internacional que no habían recibido ninguna visita de familiares, y que sólo les habían permitido salir de la celda para que los soldados los contaran.
Uno de ellos rememoró cómo, a la llegada a Giwa, separaban a las familias que habían sido detenidas juntas: "El padre iba a una celda, la madre, a la celda de las mujeres, y las niñas, con las madres".
Con respecto a las condiciones soportadas, declaró: "el hambre, la sed y el calor; esos son los principales problemas". El otro niño, que había estado recluido en la misma celda, corroboró sus palabras: "la comida no era suficiente; había muy poca".
Este año hemos presenciado la liberación masiva y pública de detenidos, entre ellos niños y bebés, con lo que ha quedado demostrado que la reclusión de niños y niñas en el cuartel de Giwa no es ningún secreto.
El 12 de febrero, en la ceremonia de liberación de 275 personas que habían sido recluidas por error en Giwa como "sospechosas de participación en actividades terroristas o insurgentes", el general de división Hassan Umaru comunicó que entre ellas había "142 hombres, 49 mujeres, 22 menores y 50 hijos e hijas de mujeres absueltas". Según las declaraciones del ejército, la prensa y los testimonios de testigos, desde julio de 2015, el ejército ha dejado en libertad como mínimo a 162 niños y niñas.
Reclusión y muerte de personas adultas
En 2016 han muerto al menos 136 hombres recluidos en Giwa, 28 de los cuales presentaban, al parecer, heridas de bala.
Un experto independiente ha efectuado un análisis forense de las pruebas fotográficas y de vídeo, en las que podían verse los demacrados cadáveres de 11 hombres y el cuerpo de un menor de dos años. Una persona previamente recluida en el lugar relató a Amnistía Internacional: "por la mañana, abren la celda y sacan los orinales y los cubos. Luego sacan los cadáveres".
Los cuerpos eran trasladados a una morgue de Maiduguri, desde la cual el personal de la Agencia de Protección Ambiental del estado de Borno (BOSEPA) los transportaba en camiones de basura para enterrarlos en fosas comunes en el cementerio de Gwange, sin ningún tipo de identificación.
Un testigo aseguró a Amnistía Internacional que, desde noviembre de 2015, el camión de la BOSEPA acudía dos o tres veces por semana al cementerio, donde el personal enterraba los cuerpos en lugares apartados de la zona pública.
Existen fotos del cementerio, en las que se observan fosas recientemente excavadas en el área visitada por los trabajadores de la BOSEPA. Además, en noviembre de 2015 y marzo de 2016, se captaron por satélite imágenes del lugar, en las que se aprecia que la tierra ha sido manipulada.
Escalofriantes condiciones de reclusión
Según los testimonios de los testigos, las condiciones eran peores en las celdas de los hombres. Un hombre de 38 años, que ha pasado cuatro meses en Giwa en 2016, explicó a Amnistía Internacional que los reclusos recibían, aproximadamente, medio litro de agua diario. "Para la comida, te dan un cuenco de plástico, de los que se usan para los niños pequeños. Esa es la cantidad que recibes en cada comida".
Otro hombre, que ha sido liberado hace poco tras cinco meses recluido en el cuartel, relató a Amnistía Internacional: "dentro, no hay alfombrillas, así que se duerme en el suelo. Está muy masificado. Puedes acostarte, pero sólo de lado, y no puedes darte la vuelta".
Las personas recluidas no tienen ningún lugar donde lavarse, sus celdas no se limpian casi nunca, y en ellas proliferan las enfermedades. Según declaraciones de otro ex detenido a Amnistía Internacional "nadie tiene camisa, así que se les pueden contar las costillas. No hay limpieza, por lo que vives en medio de la enfermedad. Es como una letrina. Mi hermano y yo vomitamos en la celda. Las diarreas eran habituales".
Aunque en 2014 y 2015 se tomaron medidas para mejorar las condiciones del cuartel de Giwa, facilitando a las personas detenidas tres comidas por día, mantas, esterillas para dormir y acceso a saneamiento y asistencia médica, parece que las recientes detenciones en masa han dado al traste con algunos de estos avances, y el índice de mortalidad está aumentando.
"Con un enemigo tan brutal como Boko Haram, para el ejército de Nigeria una de las principales dificultades estriba en cómo derrotarlo sin dejar de respetar los derechos humanos y el Estado de derecho. Se trata de un desafío que, por lo visto, no ha superado", concluye Netsanet Belay.
"Las muertes de personas detenidas en el noreste de Nigeria no son ninguna novedad. Pero, a medida que aumenta el hacinamiento, también lo hace el número de cadáveres demacrados que salen del cuartel de Giwa, algunos de ellos de bebés y niños y niñas de corta edad."
"Ahora que ha transcurrido casi un año de que nuestros hallazgos revelaran las numerosísimas muertes ocurridas en detención, ha llegado la hora de que el presidente Buhari cumpla su promesa de abrir urgentemente una investigación sobre estas muertes, dejar en libertad a los niños y niñas y cerrar sin demora el centro de detención del cuartel de Giwa."