Hace 50 años, nueve agentes de policía de Nueva York irrumpieron en el Stonewall Inn, situado en la calle Christopher, y empezaron a registrar agresivamente a los clientes del bar. Exigieron la documentación y detuvieron a toda persona sospechosa de ser homosexual o cuya indumentaria no se ajustaba a la estrecha mentalidad sobre los géneros de la sociedad dominante.
Los acontecimientos posteriores encendieron la mecha del actual movimiento de los derechos de las personas LGBTI e inspiraron la primera Marcha del Orgullo LGBTI por la calle Christopher.
En 1969, ser homosexual todavía era ilegal en muchas partes de Estados Unidos. Para muchas personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero, las noches en lugares como el Stonewall Inn eran las únicas ocasiones en que podían ser ellas mismas sin tapujos. El lugar era conocido por celebrar la inclusión, y además se había convertido en un refugio para trabajadoras y trabajadores sexuales y personas sin hogar.
La madrugada del 28 de junio de 1969, cuando la policía empezó a acosar a todas las personas que estaban en el bar y a llevarlas a rastras hasta los coches patrulla, la clientela del Stonewall no sólo protestaba por una redada policial en un bar: estaba defendiendo su hogar.
Todavía existe cierta controversia en torno al momento exacto en que estallaron los disturbios. Sin embargo, personas que estuvieron allí aquella noche coinciden en que tres mujeres de color, Marsha P. Johnson, Sylvia Rivera y Stormé DeLarverie, influyeron de manera decisiva en que los demás clientes se atrevieran a plantar cara a la policía.
Las redadas policiales en el Stonewall Inn no eran excepcionales, ni mucho menos. De hecho, muchas personas LGBTI vivían con el miedo constante a ser detenidas por “delitos contra natura”, a sufrir agresiones o a perder su trabajo o sus medios de vida si eran descubiertas, sin importar el lugar donde estuvieran o la franqueza con que expresaran su condición. Ante un ejercicio tan descarado de represión y violencia, unas cuantas voces de resistencia encendieron aquella primera chispa.
Como tantas personas transgénero en aquella época, Marsha y Sylvia sufrían hostigamiento constante, sobre todo de la policía. Puesto que era ilegal vestir prendas del sexo opuesto al que la persona tuviera asignado desde el nacimiento, ellas y otras mujeres trans y drag queens que frecuentaban el Stonewall Inn eran obligadas a entrar en los servicios, sometidas a registros corporales sin ropa y detenidas cuando se descubría que habían nacido con rasgos masculinos.
Marsha y Sylvia se negaron a obedecer las órdenes y decidieron defenderse, agravando la tensión entre la policía y la clientela del bar. Sólo unos momentos después podía oírse a la gente coreando “Poder Gay” y “Lo superaremos” en la calle, y eso hizo que empezara a congregarse una multitud a las puertas del local.
Mientras, una lesbiana birracial de Luisiana llamada Stormé DeLarverie estaba siendo introducida a la fuerza en un coche patrulla después de recibir un golpe en la cabeza con un casco policial. Cuando gritó a quienes miraban: “¿Por qué no hacéis nada?”, la multitud reaccionó y salió en tromba a defender a quienes todavía estaban dentro del local.
La gente empezó a arrojar monedas y botellas a la policía, obligando a los agentes a refugiarse en el bar. Se lanzaron papeleras por la ventana mientras no paraba de llegar gente al lugar. Para muchas de aquellas personas, esa noche fue la primera vez que pudieron levantarse y declarar que nunca más tolerarían un trato discriminatorio de la policía ni de nadie.
Los agentes pidieron refuerzos para intentar controlar a los participantes en la protesta y llegaron a usar gas lacrimógeno para disolver los disturbios, pero la multitud siguió creciendo. Tuvieron que pasar cuatro días más hasta que lograron sofocar completamente los disturbios.
Los disturbios del Stonewall Inn son la emblemática demostración de que una simple decisión, una reacción impulsiva ante una injusticia, puede encender la llama de un movimiento capaz de cambiar el curso de la historia.
Cuando Marsha y Sylvia decidieron salir esa noche, no podían ni imaginar que sus próximas acciones iban a convertirse en momentos decisivos de la lucha en favor de los derechos LGBTI en todo el mundo. Aunque ya eran activas defensoras de los derechos de las personas trans y las trabajadoras y trabajadores sexuales, su participación en los disturbios de Stonewall las llevó a fundar STAR (Street Transvestite Action Revolutionaries, o activistas revolucionarias travestis* de la calle), y a ser importantes dirigentes del Frente de Liberación Gay.
Stormé DeLarverie, por su parte, también fue una figura destacada de la comunidad LGBTI en la calle Christopher, y trabajaba habitualmente en algunos locales de la zona como drag king y maestra de ceremonias. A partir de Stonewall fue conocida como “la protectora de las lesbianas” y trabajó de portera en algunos locales de lesbianas del West Village. Falleció en 2014, y vivió para ver la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en Nueva York en 2011.
Soy un ser humano que sobrevivió. Ayudé a otras personas a sobrevivir.
Stormé DeLarverie
Ellas demostraron que a veces sólo hace falta un instante de valentía para que las personas vean cómo podría ser el mundo si se suman a la infinidad de voces que reclaman igualdad y liberación.
El legado de Stonewall
Un año después, el 28 de junio de 1970, la gente volvió al Stonewall Inn para conmemorar el primer aniversario de aquellos hechos como el Día de la Liberación de la Calle Christopher. Aquella marcha fue conocida como la primera fiesta del Orgullo LGBTI, y sirvió como catalizador de otros movimientos y acontecimientos en todo el planeta.
A pesar de que en muchas culturas del mundo ya existía una arraigada aceptación de la comunidad LGBTI, los siglos que precedieron al que terminaría llamándose Movimiento de Liberación Gay estuvieron dominados por un discurso predominantemente occidental sobre el género y la sexualidad que obligaba a muchas personas a reprimir su verdadero yo para adaptarse a las expectativas de la sociedad.
Los disturbios de Stonewall fueron los primeros de una serie de acontecimientos a finales del siglo XX que prepararían el terreno para un gran cambio jurídico y social que iba a mejorar la vida de las personas LGBTI. Quienes organizaron las protestas aquella noche dieron ejemplo a personas LGBTI de todo el mundo para atreverse a plantar cara a la intolerancia y abrazar la diversidad.
Décadas después de los disturbios ya se celebran centenares de fiestas del Orgullo en todo el mundo, con miles de participantes cada año. Aunque siga siendo muy peligroso participar en el activismo LGBTI en algunas partes del mundo, el Orgullo es, para la mayoría de quienes asisten a estos eventos, un momento de celebración para la comunidad LGBTI+, y de homenaje de sus comunidades, una señal de progreso digna de mención teniendo en cuenta cómo fueron atacadas Marsha, Sylvia y Stormé hace 50 años. Pero su legado perdura para recordarnos que el Orgullo se basó en la tradición de la protesta, la indignación y las ansias de igualdad, y que eso nunca cambiará.