El acuerdo sobre refugiados establecido entre la UE y Turquía ha dejado a miles de personas refugiadas y migrantes en unas condiciones de vida míseras y peligrosas, y no debe copiarse en otros países. Así lo ha manifestado Amnistía Internacional hoy, en vísperas del primer aniversario del acuerdo.
El acuerdo para devolver a Turquía a las personas solicitantes de asilo, bajo la premisa de que Turquía es un lugar seguro para ellas, ha dejado a miles de personas expuestas a unas condiciones míseras e inseguras en las islas griegas. En el nuevo documento titulado A Blueprint for Despair, Amnistía Internacional documenta también devoluciones ilegales de solicitantes de asilo a Turquía, en flagrante violación de los derechos que amparan a estas personas en virtud del derecho internacional.
“El acuerdo entre la UE y Turquía ha sido un desastre para las miles de personas que se han quedado varadas en un limbo peligroso, desesperado y aparentemente interminable en las islas griegas”, ha manifestado Gauri van Gulik, directora adjunta de Amnistía Internacional para Europa.
“Por parte de los líderes europeos, es una falsedad absoluta promover el acuerdo entre la UE y Turquía como un éxito mientras cierran los ojos al insoportable coste que ese acuerdo está teniendo para quienes sufren sus consecuencias.”
Varadas en la miseria
Cuando el acuerdo entró en vigor, todas las personas refugiadas y migrantes fueron internadas automáticamente en centros de detención. Aunque ya no hay un régimen estricto de detención, las personas que están en los campos siguen sin poder abandonar las islas. A consecuencia de ello, se ven obligadas a vivir en unas condiciones míseras durante interminables meses en campos superpoblados, sin agua caliente y con una higiene deficiente, una nutrición inadecuada y una asistencia médica insuficiente.
Las condiciones en las islas no sólo son degradantes, sino que además ponen en peligro el bienestar y la vida de las personas refugiadas, solicitantes de asilo y migrantes. Al atardecer del 24 de noviembre de 2016, en el campo de Moria, en la isla de Lesbos, estalló una bombona de gas que se utilizaba para cocinar: mató a una mujer iraquí de 66 años y a un niño de 6 años que vivía en la tienda de al lado.
Las penalidades derivadas de las malas condiciones de acogida en las islas se ven agravadas por el temor de los residentes por su propia seguridad. Las malas condiciones de los campos, la incertidumbre de las personas refugiadas y migrantes respecto a su futuro y las difíciles relaciones con la población local contribuyen a que surjan fuertes tensiones que, en ocasiones, han dado lugar a estallidos de violencia. Las personas refugiadas también fueron víctimas de ataques motivados por el odio en el campo de Souda, en Quíos.
BKD, refugiado sirio de Alepo, de 17 años, describió el ataque:
“Cuando se produjo el ataque, temimos por nuestra vida, y salimos corriendo del campo [...] La gente gritaba, los niños lloraban [...] no necesitamos eso en nuestra vida otra vez [...]”.
Las mujeres se ven especialmente afectadas por la falta de seguridad en las islas griegas, pues a menudo se ven obligadas a vivir en campos y usar las mismas duchas y los mismos retretes que los hombres. Se han quejado, por ejemplo, de la ausencia de duchas y retretes sólo para mujeres o, en los casos en que sí los hay, de la ausencia de puertas e iluminación adecuadas. Varias mujeres contaron a Amnistía Internacional que habían sufrido o presenciado acoso verbal o físico o violencia en el ámbito familiar.
Que la gente avance, no que retroceda hacia Turquía
La premisa central del acuerdo para devolver a Turquía a todas las personas que lleguen de forma irregular a las islas griegas reside en el supuesto de que Turquía es un lugar seguro para quienes solicitan asilo.
Aunque hasta el momento no se ha devuelto formalmente de Grecia a Turquía a ninguna persona en virtud del supuesto de que Turquía es seguro, Amnistía Internacional documentó que algunas personas solicitantes de asilo habían sido devueltas a toda prisa sin darles la oportunidad de pedir asilo o apelar contra su devolución, en contra de lo que dispone el derecho internacional.
“En tanto que Turquía sigue sin ser un país seguro, la UE debe trabajar con las autoridades griegas para trasladar urgentemente a las personas solicitantes de asilo a la Grecia continental, y los gobiernos europeos deben dar a estas personas acceso a la reubicación en otros países”, ha manifestado Gauri van Gulik.
“Nadie debería morir a la intemperie en el umbral de Europa. Los líderes que afirman que el acuerdo entre la UE y Turquía podría ser un modelo para nuevos acuerdos con países como Libia, Sudán, Níger y otros deberían mirar las terribles consecuencias y escuchar la advertencia: esto no debe repetirse jamás.”