Las prácticas evidenciadas en el nuevo informe Cali: En el epicentro de la represión —que incluyen uso de armas letales contra manifestantes, uso excesivo e ilegítimo de armas menos letales como gases lacrimógenos, detenciones ilegales y torturas— son un reflejo de cientos de denuncias hechas por manifestantes, personas y organizaciones defensoras de los derechos humanos y demuestran un modus operandi llevado a cabo a lo largo del país, dijo Amnistía Internacional hoy.

“Las autoridades colombianas violaron los derechos humanos de quienes se manifestaban pacíficamente en Cali, haciendo uso excesivo e innecesario de la fuerza con el objetivo de desarticularlas. Bajo la justificación del restablecimiento del orden, cientos de personas sufrieron lesiones terribles y decenas de jóvenes perdieron la vida. Lo acontecido en Cali es la manifestación de la respuesta violenta de las autoridades y los verdaderos objetivos detrás de esta represión: infligir miedo, desincentivar la protesta pacífica y castigar a quienes exigen vivir en un país más justo”, dijo Erika Guevara Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.

La ciudad de Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, se encuentra en una de las regiones más golpeadas por el conflicto armado interno y donde proliferan los actores armados diversos que continúan dejando miles de personas desplazadas y asesinadas. Es la segunda ciudad con mayor población Afrodescendiente en Latinoamérica y se caracteriza por la desigualdad, la exclusión y el racismo estructural. Este contexto ha sido el detonante de que Cali concentre el mayor número de protestas, pero también de violaciones a los derechos humanos en el contexto de la represión.

Desde el 28 de abril, se han presentado manifestaciones multitudinarias en Cali, en el marco del “Paro Nacional”. En esta ciudad se concentran las más graves denuncias de la represión violenta sufrida por jóvenes manifestantes a manos de la fuerza pública y de grupos de civiles armados, y las autoridades continúan restringiendo el derecho a la protesta pacífica hasta la fecha.

Las autoridades colombianas violaron los derechos humanos de quienes se manifestaban pacíficamente en Cali, haciendo uso excesivo e innecesario de la fuerza con el objetivo de desarticularlas. Erika Guevara Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.

Amnistía Internacional realizó una exhaustiva verificación digital de material audiovisual, que da cuenta del uso excesivo e innecesario de la fuerza por parte de agentes de Policía Nacional, en particular, de agentes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD). Asimismo, la organización documentó actos de paramilitarismo urbano cometidos por civiles armados, quienes acompañaron a agentes de la Policía Nacional y, con su aquiescencia y tolerancia, atacaron a manifestantes y personas defensoras de los derechos humanos. 

El informe analiza tres acontecimientos específicos que acumularon diversos casos de violaciones de derechos humanos ocurridos en Cali. El primero ocurrió el 3 de mayo, cuando, en una incursión denominada “Operación Siloé”, agentes de Policía Nacional, en conjunto con agentes del ESMAD y del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía Nacional de Colombia (GOES), usaron armas letales, como fusiles Tavor 5.56 mm, contra manifestantes pacíficos. Esa noche se registraron al menos tres muertes por herida de arma de fuego, incluyendo la del joven Kevin Agudelo, cientos de personas lesionadas y varias detenciones arbitrarias. 

El segundo evento analizado fue el ataque contra la Minga Indígena, llevado a cabo por civiles armados, en presencia de agentes de la Policía Nacional el 9 de mayo. Ese día resultaron heridas 11 personas indígenas, entre ellas la defensora de derechos humanos indígena Daniela Soto.

Por último, se presentan los hechos ocurridos el 28 de mayo, cuando agentes de la Policía Nacional usaron fuerza excesiva en coordinación con civiles armados y atacaron a los manifestantes en el barrio aledaño a la Universidad del Valle. Ese día una decena de jóvenes manifestantes, entre ellos Álvaro Herrera, Noé Muñoz y Sebastián Mejía, fueron golpeados y detenidos por civiles armados, quienes luego los entregaron a la Policía Nacional. Álvaro y Sebastián denunciaron haber sido sometidos a torturas y tratos crueles e inhumanos durante esa detención ilegal.

En el caso de Siloé, se recurrió de forma ilegítima y excesiva al uso de gases lacrimógenos – incluso contra manifestantes pacíficos que no tenían por donde dispersarse, a través de Venom, un sistema inapropiado para ser usado en operaciones de mantenimiento del orden público.

Los hechos documentados no fueron aislados o esporádicos, sino que responden a un patrón de accionar violento por parte de las autoridades colombianas, quienes han respondido a la protesta con estigmatización, criminalización, represión policial ilegal y militarización. Cuando el presidente Iván Duque decretó la militarización de varias ciudades del país, incluyendo Cali, el 28 de mayo, lejos de dar un mensaje de diálogo, avivó las protestas al mandar a las calles cuerpos militares con más de seis décadas de formación para el conflicto armado.

Ante el anuncio de movilizaciones para el 20 de julio y la celebración de la Asamblea Nacional Popular, integrada por personas, colectivos y movimientos del Paro Nacional, en diferentes ciudades del país, incluyendo Cali, la Gobernación del Valle del Cauca dictó medidas restrictivas de movilidad de transporte y/o personas para ingresar al departamento del 16 al 22 de julio, limitando así el derecho a la protesta pacífica.

El informe destaca las recientes observaciones de la visita a Colombia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y llama al Estado a cumplir con sus recomendaciones, así como a cooperar con y no obstaculizar la labor del recientemente creado Mecanismo Especial de Seguimiento en Materia de Derechos Humanos para Colombia de la CIDH.

El informe insta a las autoridades colombianas a dar con prontitud una orden inequívoca de detener la represión violenta por parte de las fuerzas de seguridad. Esto incluye la interdicción del uso de armas letales como medio de dispersión de multitudes y el uso de gases lacrimógenos contra reuniones pacíficas y/o de forma que implique un riesgo de causar daños excesivos e injustificados —de acuerdo con las 30 reglas para el uso de sustancias químicas irritantes en la aplicación de la ley que Amnistía Internacional publicó esta semana.

En Amnistía Internacional esperamos que el proceso de reforma policial, anunciado por el presidente Duque, no sea solo una promesa de papel, sino que incluya las reformas ordenadas por la Corte Suprema de Justicia en septiembre de 2020 y un cambio en el modus operandi represivo de la Policía Nacional frente a las manifestaciones pacíficas Erika Guevara Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional

Asimismo, se deben iniciar investigaciones diligentes, independientes e imparciales sobre las violaciones de derechos humanos y crímenes de derecho internacional cometidos en el contexto del Paro Nacional, concretamente, en la ciudad de Cali y los casos presentados en el informe, tomando en cuenta todas las responsabilidades dentro de la línea de mando de la fuerza pública, así como en la participación de personas civiles armadas con su tolerancia. No debe prevalecer la impunidad ante estos graves delitos.

El 12 de julio Amnistía Internacional solicitó información sobre los tres casos documentados en el informe al Ministro de Defensa, al Director General de la Policía Nacional y al Fiscal General de la Nación, a fin de recibir sus comentarios en un plazo de diez días e incluirlos en el informe. El 23 de julio el Juez 158 de Instrucción Penal Militar envío su respuesta con información sobre investigaciones iniciadas bajo esa jurisdicción. Al 23 de julio, fecha de cierre del informe, no se ha recibido respuesta de las demás autoridades.

El 19 de julio el presidente Duque presentó públicamente “el proceso de transformación integral de la Policía Nacional” que, según indicó, tiene como sus pilares la priorización del enfoque de derechos humanos. A pesar de este anuncio, el 20 de julio Amnistía Internacional recibió reportes de agentes del ESMAD haciendo uso ilegal de la fuerza durante las protestas en Bogotá, Barranquilla, Cali y Medellín, resultando en varias personas manifestantes heridas.

“En Amnistía Internacional esperamos que el proceso de reforma policial, anunciado por el presidente Duque, no sea solo una promesa de papel, sino que incluya las reformas ordenadas por la Corte Suprema de Justicia en septiembre de 2020 y un cambio en el modus operandi represivo de la Policía Nacional frente a las manifestaciones pacíficas”, dijo Erika Guevara Rosas.

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En estos momentos, miles de personas en Colombia lo están arriesgando todo para exigir responsabilidades al gobierno por su actuación durante la pandemia de COVID-19. Movilízate y pide al gobierno que ponga fin a la represión de la libertad de expresión.


Desde el 28 abril, miles de personas se han unido a las protestas en todo el país en respuesta a la reforma tributaria del presidente Iván Duque. Entre las demandas por la igualdad se encuentran las protestas contra la lenta implantación del acuerdo de paz y los homicidios de defensores y defensoras de los derechos humanos. La respuesta del gobierno ha sido la militarización y la represión a través de sus “fuerzas especiales”, los llamados Escuadrones Móviles Antidisturbios de la Policía Nacional (ESMAD). Tenemos conocimiento de que ha habido detenciones arbitrarias, tortura, violencia sexual y desapariciones, así como de un uso excesivo de la fuerza por la policía y miembros de los ESMAD.


La policía ha utilizado gas lacrimógeno, fusiles y armas semiautomáticas de forma indiscriminada para dispersar a quienes protestaban, lo que contraviene las normas internacionales. Desde el 28 de abril, han muerto y resultado heridas decenas de personas.


Cada día son más las personas castigadas por alzar su voz en Colombia. El presidente deber poner fin de inmediato al uso excesivo de la fuerza contra quienes protestan.


Actúa ya y pide al presidente Iván Duque que ponga fin a la represión contra quienes participaron en la manifestación del Paro Nacional en Colombia e investigue todas las denuncias de uso excesivo e innecesario de la fuerza contra manifestantes.


Información complementaria


El 28 de abril dio comienzo un “Paro Nacional”, provocado por una propuesta de reforma tributaria presentada por el presidente Duque con el objetivo de incrementar los ingresos tributarios para hacer frente a la crisis económica tras un año de desaceleración económica causada por los efectos de la pandemia de COVID-19 en el país.


El “Paro Nacional” retomó también varias reclamaciones expresadas por la sociedad colombiana en protestas similares a finales de 2019, como por ejemplo medidas para detener los homicidios de líderes sociales, cumplir el Acuerdo de Paz, un sistema de salud accesible, seguro e integral, y una reforma exhaustiva de la policía, entre otras cosas.


El 1 de mayo, el presidente anunció una presencia militar en “los centros urbanos donde existe un alto riesgo para la integridad de los ciudadanos”, y declaró: “Quiero también hacer una advertencia clara a quienes, por la vía de la violencia, el vandalismo y el terrorismo, pretenden amedrentar a la sociedad y creen que por ese mecanismo doblegarán las instituciones”. El 5 de mayo, el presidente declaró también que “[l]a amenaza vandálica que enfrentamos consiste en una organización criminal que se esconde detrás de legítimas aspiraciones sociales”, y añadió: “El vandalismo extremo y el terrorismo urbano que estamos observando se encuentra financiado y articulado por mafias del narcotráfico”.


Desde el comienzo del “Paro Nacional”, varias movilizaciones en ciudades clave como Bogotá, Cali y Pasto recibieron como respuesta uso excesivo de la fuerza, incluida fuerza armada y letal, que causó la muerte a 31 personas, heridas a 216 y la detención arbitraria de 814. También se han recibido ataques preocupantes sobre actos de violencia sexual y desaparición de personas.


Amnistía Internacional ha verificado vídeos en los que se ve a la policía colombiana utilizando armas letales y haciendo un uso indiscriminado de armas menos letales, como gas lacrimógeno, cañones de agua y otros materiales, contra manifestantes en varias partes del país.


Este patrón de represión de las protestas del “Paro Nacional” de este año reproduce lo ya presenciado en las protestas de 2019, cuando varias personas murieron tras haber recibido disparos de granadas de gas lacrimógeno y de armas de fuego con munición real y munición potencialmente letal, así como en otras protestas celebradas a finales de 2020, en las que la Policía Nacional informó de heridas a 403 personas, entre ellas 194 miembros de las fuerzas de seguridad, y la muerte 10 personas en el contexto de las protestas en respuesta al homicidio del abogado Javier Ordóñez a manos de la policía.


Están en marcha varias investigaciones sobre delitos cometidos por funcionarios encargados de hacer cumplir la ley en el contexto de protestas, pero el hecho de que las violaciones de derechos humanos cometidas por la policía sigan siendo investigadas por la justicia militar, como el caso de Dilan Cruz, muerto durante una protesta en 2019, impide que se realicen progresos tangibles para lograr la verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición para las víctimas, sus familiares y la sociedad.

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