En respuesta a la inadecuada protección prestada por Perú a los derechos humanos de las personas refugiadas procedentes de Venezuela, y dada la urgencia que impone la pandemia de COVID-19, que ha afectado a Perú de forma especialmente fuerte, las autoridades peruanas deben regularizar la situación migratoria de la totalidad de mujeres, hombres, niñas y niños de Venezuela que se encuentran en el país. Así lo ha manifestado Amnistía Internacional en vísperas del Día Mundial de los Refugiados. Perú tiene la mayor población de solicitantes de la condición de refugiado de Venezuela del mundo, con más de 482.000, y acoge a 830.000 personas venezolanas en total, según datos oficiales.

Perú no ha querido o no ha podido proteger adecuadamente los derechos y la dignidad de las personas de Venezuela que huyen de las violaciones de derechos humanos masivas cometidas en su país de origen. Frente a los desafíos adicionales planteados por la COVID-19, Perú debe regularizar a todas las personas venezolanas que se encuentren en situación irregular, ya que ese es el medio más efectivo de proteger la salud de todas las personas en el país Fernanda Doz Costa, directora adjunta para las Américas de Amnistía Internacional

“Perú no ha querido o no ha podido proteger adecuadamente los derechos y la dignidad de las personas de Venezuela que huyen de las violaciones de derechos humanos masivas cometidas en su país de origen. Frente a los desafíos adicionales planteados por la COVID-19, Perú debe regularizar a todas las personas venezolanas que se encuentren en situación irregular, ya que ese es el medio más efectivo de proteger la salud de todas las personas en el país”, ha manifestado Fernanda Doz Costa, directora adjunta para las Américas de Amnistía Internacional.

“Las personas venezolanas se enfrentan a indecibles dificultades para disfrutar de sus derechos humanos, no sólo en su país de origen sino también cuando intentan rehacer su vida en otros países de las Américas. Las que han huido de sus hogares se han encontrado con obstáculos para solicitar refugio, para entrar en otros países, para acceder a atención médica, para vivir sin discriminación ni violencia, e incluso para mantener una vivienda adecuada. Los Estados deben protegerlas de estas violaciones de derechos humanos, muchas de las cuales se han visto exacerbadas por la pandemia.”

Venezuela sigue viviendo una crisis de derechos humanos sin precedentes, en la que millones de personas luchan por sobrevivir, incapaces de satisfacer siquiera sus necesidades mínimas de comida, agua y atención médica, mientras viven bajo la amenaza de la política de represión de Nicolás Maduro contra quienes expresan su descontento. A 5 de junio de 2020, 5,1 millones de personas habían huido del país en los últimos años.

Perú comparte con otros Estados de las Américas la obligación de proteger a las personas que han huido de Venezuela. La mayoría de las personas venezolanas que huyen de su país son refugiadas y tienen derecho a protección internacional, ya sea en virtud de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, de ámbito internacional, o de la Declaración de Cartagena, de ámbito regional, independientemente del reconocimiento formal de los Estados.

En el informe Buscando refugio: Perú da la espalda a quienes huyen de Venezuelapublicado en febrero de 2020, Amnistía Internacional señaló la manera en que, desde junio de 2019, Perú ha introducido una serie de medidas con el fin deliberado de restringir la entrada al país, lo cual viola las obligaciones internacionales, regionales y nacionales que el Estado peruano ha contraído. Entre sus recomendaciones, previas a la pandemia, Amnistía Internacional pidió a Perú que desarrolle “un sistema de regularización para las personas venezolanas que se encuentran en Perú en situación irregular que incluya a todas ellas, con independencia de su fecha de entrada en el país y de que hayan entrado de manera irregular”. El actual contexto intensifica de forma urgente la pertinencia y la utilidad de esa medida.

En el mismo informe, Amnistía Internacional pidió al gobierno peruano que tome “medidas rigurosas para garantizar la protección de las personas venezolanas contra la devolución (refoulement)”, que consiste en la práctica —prohibida por el derecho internacional— de devolver a personas a lugares donde corren peligro de sufrir violaciones graves de derechos humanos. Un programa integral de regularización para las personas venezolanas en situación migratoria irregular ayudaría a proteger a estas personas contra la devolución. También reduciría el número de personas venezolanas que, al no poder satisfacer sus necesidades básicas en Perú, se ven obligadas a regresar a Venezuela sólo para sufrir las mismas violaciones de derechos humanos que intentan dejar atrás, así como las alarmantes condiciones impuestas a las personas retornadas, que incluyen detención temporal, deplorables centros de cuarentena y estigmatización por parte de las autoridades.

Los compromisos formulados durante la reciente Conferencia Internacional de Donantes convocada por España y la UE deben utilizarse para implementar políticas creativas y efectivas destinadas a proteger los derechos humanos, entre ellas un programa integral de regularización para las personas venezolanas.

“Perú tiene que considerar soluciones nuevas y creativas para garantizar el derecho a la salud de todas las personas del país. Todas las personas que estén en Perú, independientemente de su nacionalidad o su situación migratoria, tienen el mismo derecho a la salud, sin discriminación de ningún tipo. Pedimos que se respete plenamente el principio de no discriminación, ya que es esencial para superar el difícil desafío de esta grave crisis de salud”, ha manifestado Marina Navarro, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Perú.

“Las autoridades peruanas también deben garantizar que el discurso público y la respuesta a la COVID-19 no contribuyen a la xenofobia y la discriminación. El virus de la COVID-19 no discrimina, y tampoco deben hacerlo las autoridades del Estado, ni en Perú ni en ningún otro lugar. El bienestar de toda la población depende del bienestar de nuestras personas más marginadas.”

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El 22 de mayo de 2020, el presidente del Perú, Martín Vizcarra, amplió hasta el 30 de junio la vigencia de las medidas estrictas para hacer frente a la pandemia de COVID-19, que incluyen aislamiento y toques de queda. Esas medidas dejaron a muchas personas, incluidas muchas personas refugiadas de nacionalidad venezolana, sin protección, sin poder pagar el alquiler y en peligro de ser desalojadas de sus hogares. La falta de protección del derecho a la vivienda implícita en la respuesta del gobierno a la COVID-19 hace que muchas personas peruanas y venezolanas corran un mayor riesgo de sufrir violaciones de sus derechos a la vivienda y a la salud. Instamos a poner fin a los desalojos y a tomar medidas urgentes en favor de las personas refugiadas y de quienes viven en condiciones de pobreza.


Información adicional


El 14 de marzo de 2020, el gobierno peruano liderado por el presidente Martín Vizcarra declaró el estado de excepción por la pandemia de COVID-19. Entre las medidas adoptadas para evitar la propagación del virus, se cuentan un aislamiento estricto y un toque de queda, así como otras restricciones del derecho a la libre circulación. En el Perú, donde la mayoría de la población trabaja en la economía informal, esas medidas han afectado gravemente a la capacidad de las personas para acceder a productos básicos y mantenerse al día con el pago del alquiler. Más de 1,2 millones de personas perdieron su empleo entre febrero y abril solamente en Lima por el impacto económico de las medidas para combatir a la COVID-19.


Según ACNUR, 5,1 millones de personas han huido de Venezuela en los últimos años en busca de protección internacional. De esas personas, más de 861.000 están en el Perú y afrontan un acceso limitado a la figura del asilo, así como diversos obstáculos para regularizar su situación migratoria (y un obtener permiso de trabajo) en el país.


Aunque el Perú ha incluido a algunos grupos vulnerables en su plan de respuesta a la COVID-19 (con beneficios como subsidios especiales y planes sociales), lamentablemente no ha tomado ninguna medida sobre el derecho a la vivienda ni sobre la situación especial de las personas refugiadas y migrantes en el país. El único marco jurídico válido aplicable a la situación de la vivienda en este contexto consta de reglamentos antiguos, como el Código Civil y una casuística anticuada, que no reflejan la realidad actual. Además, ese marco se aplica de una forma inadecuada y a veces ni siquiera se aplica (por ejemplo, cuando se hacen desalojos sin orden judicial).


Según Carlos Scull, representante de la Asamblea Nacional venezolana en el Perú, alrededor de 55.000 familias venezolanas corren actualmente peligro de ser desalojadas.Amnistía Internacional ha leído con preocupación numerosas informaciones de los medios de comunicación sobre desalojos de personas venezolanas y pertenecientes a otros grupos vulnerables, por no pagar el alquiler como consecuencia del impacto económico de medidas relacionadas con la COVID-19.


Aunque el presidente Martín Vizcarra mencionó la necesidad de incluir a las personas de nacionalidad venezolana en los planes de ayuda de su gobierno, las medidas adoptadas en ese sentido han sido insuficientes y no cubren de ninguna forma sustancial los desalojos forzados y arbitrarios ni los casos de acuerdos de alquiler informales, que son frecuentes en el país. Eso deja a la población en peligro de sufrir desalojos y verse obligada a incumplir las medidas de cuarentena, ya que muchas de esas personas no tendrían dónde ir tras un desalojo.


La Defensoría del Pueblo delPerú ha señalado la urgencia de proteger a la población de nacionalidad venezolana en el país e integrarla en una respuesta más inclusiva para hacer frente a la emergencia sanitaria provocada por la pandemia.


La falta de protección de las personas de nacionalidad venezolana que buscan refugio en el Perú también fuerza a muchas de esas personas a decidir si quieren quedarse en esas circunstancias adversas o prefieren retornar a Venezuela, atravesando el norte del Perú, Ecuador y Colombia y en muchos casos a pie, pese a que las fronteras están cerradas y las medidas de aislamiento restringen la libre circulación. Distintas fuentes señalan que entre 20.000 y 33.000 venezolanos y venezolanas han regresado a su país de diferentes maneras.


La alarmante falta de protección de las personas venezolanas en América durante la pandemia de COVID-19 motivó el 26 de mayo la realización de una Conferencia de Donantes organizada por la Unión Europea y España, en un intento de “movilizar recursos para ayudar a la población desplazada y las principales comunidades de acogida, abordar la deteriorada situación creada por la COVID-19 y posibilitar un compromiso mayor y mejor coordinado de los actores clave”, según la UE.


Amnistía Internacional ya ha expresado su preocupación por la situación de las personas de nacionalidad venezolana que retornan a su país, dados los mecanismos de cuarentena forzada vigentes en Venezuela, la estigmatización de las personas retornadas por parte de las autoridades de Venezuela y el riesgo de que esas personas sufran violaciones de sus derechos humanos fundamentales en estas circunstancias terribles.

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